Y una vez más, mi rutina de siempre. Son las siete de la mañana y me encuentro en el baño, enfrente del lavabo mientras contemplo mi aspecto frente al espejo, que horror. Me dirijo a la ducha, mientras me desprendo de la parte superior de mi pijama, seguido de la parte inferior de esta, quedándome así en ropa interior. Me desprendo de ella y entro en la ducha dando paso al agua, la cual recorre cada centímetro y milímetro de mi piel, suspiro y relajo mi cuerpo, me encanta sentir como las gotas de agua se deslizan por cada uno de los poros de mi piel. Una vez acabada la ducha, salgo de ella y enrosco una blanca toalla sobre mi cuerpo mojado. Vuelvo a mirarme en el espejo y suspiro aliviada, mucho mejor. Una vez seca, cojo mi ropa la cual está sobre la cama y me dispongo a ponérmela. Estando ya vestida vuelvo a dirigirme al baño y suelto mi pelo, el cual me recogí para no mojarlo y lo cepillo, después me maquillo, lo justo y necesario, prefiero ser natural, un poco de rímel y una raya negra en cada uno de mis ojos, lista. Miro mi reloj de muñeca, las ocho menos cuarto, que pesada soy para arreglarme. Bajo las blancas escaleras que se encuentran en el pasillo y me dirijo a la cocina, donde puedo ver a papa, leyendo su periódico semanal, el cual le tapa la cara y a mama, preparando… espera un momento, este dulce olor que capta mi nariz… ¡Tortitas! Me acerco a mi madre y beso su mejilla, esta reacciona con un pequeño salto, no se lo esperaba, me mira y sonríe.
-Buenos días cielo. –Dice mostrándome una gran sonrisa.
-Buenos días mama. –Le contesto, devolviéndole la misma sonrisa.
-¿Al fin se ha dignado a bajar la bella durmiente de la casa? –Pregunta mi padre dejando su periódico sobre la mesa.
-Si, al fin me he dignado a bajar. –Beso su mejilla.
-¿Estás segura de que no quieres venirte con nosotros de viaje cariño? –Pregunta mi madre, se van de viaje por toda Europa, pero a mí no me apetece ir, así que me quedare en casa seis meses sola, una lástima…
-Si mama, segura, ya hablamos de esto el otro día y me dijisteis que aceptabais mi decisión y confiabais en mí. –Puse mi mejor cara de niña buena, nunca falla.
-Claro que confiamos en ti cariño, pero tú padre y yo lo hemos hablado mejor y hemos decidido que durante todo este tiempo estarás en casa de Pattie, ya lo hemos hablado con ella y está encantada, tiene tu habitación preparada, para ella eres como su segunda hija cielo.
Me quede en una especie de estado de shock, ¿en casa de Pattie? ¡No! No es que no me guste estar con Pattie, al contrario, es cara huevo, es decir Justin, no lo soporto, ¿tener que estar seis meses viviendo bajo su mismo techo? No gracias, paso.
-Mama por favor no me hagáis esto, no quiero estar con Justin, sabéis perfectamente que nos odiamos a muerte, por favor… -Esta vez puse la carita de un cachorrito, espero que funcione.
-Lo siento cariño, pero todo está hablado, te irás a casa de Pattie, o si lo prefieres, puedes venirte con nosotros de viaje.
-No, da igual, tampoco creo que sea para tanto… -Mierda, no ha funcionado.
Subí a mi habitación y empecé a echar ropa en mi maleta, estos seis meses, sin duda, serán los peores de mi vida.
Baje al salón, con la maleta en mi mano, mis padres ya estaban listos, esta noche partirían hacia Europa y yo estaría en casa de Pattie, con el demonio en persona.
Mis padres me acompañaron hasta la casa de Pattie, parecerá una tontería, pero estaba nerviosa. Toque el timbre y a los segundos la puerta se abrió, Pattie me recibió con una preciosa sonrisa en su rostro, me encanta su sonrisa.
-¡Cielo! –Me abrazo Pattie- No sabes cuánto me alegro de tenerte en mi casa, pasa, pasa, no te quedes ahí.
-Gracias –Conteste con la mejor de mis sonrisas.
-Bueno Pattie nosotros tenemos que irnos ya, gracias por todo –Dijo mi padre.
-No las des Charlie, no sabes lo feliz que me hace tener a este tesoro en casa.
No pude evitar sonrojarme ante aquellas palabras, se me olvido decir, que Pattie puede ser cariñosa de más.
Mis padres se marcharon, no sin antes despedirse de mí y decir la típica frase ``pórtate bien´´.
-Si… tesoro… -Dijo Justin irónico, que se encontraba en las escaleras, poniendo cara de asco.
-Cállate cara huevo –Dije fulminándole con la mirada.
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